domingo, 2 de marzo de 2014

LA VOCACIÓN CRISTIANA, LA VOCACIÓN SACERDOTAL

 
  para mostrar cuál es la vocación y misión de los sacerdotes

También os sugiero la entrevista al director de la película "La Última Cima" que sin duda os motivará para verla y os sorprenderá la vida de Pablo, un sacerdote genial. Visitar el enlacehttp://youtu.be/TfG6j-w5gHg
 Y a disfrutarla    
http://www.metacafe.com/watch/10216884/la_ultima_cima/

Os animo a compartir vuestra experiencia en nuestro blog después de ver la entrevista y la película. Gracias 

TIEMPO DE CUARESMA

Breve información acerca del Carnaval, el Miércoles de Ceniza y la Cuaresma.


¿ Qué es el Carnaval ?

Es una fiesta popular que se celebra los tres días anteriores al Miércoles de ceniza y consiste en mascaradas, comparsas y  bailes que se hacen con mucho bullicio y regocijo.
El Tiempo de carnaval precede al de cuaresma; es la fecha variable de pascua la que determina el principio y el fin de estos dos períodos.
Es una fiesta pagana en la que se exaltan los vicios terrenales, se suspenden temporalmente las reglas de la vida normal. Es el “ mundo al revés ” , en el que reina la negación de lo cotidiano; se suspenden los tabúes y las prohibiciones y se permiten todos los excesos. Las fiestas de carnaval están relacionadas con el ciclo de las estaciones: celebran la primavera, el renacimiento de la luz y el fin del invierno. Disfraces y máscaras son componentes esenciales.
En esos días la gente se suele disfrazar y hacer bromas que si no fuesen disfrazados no las harían.

¿ Qué es el Miércoles de ceniza ?

Es el primer día de la Cuaresma.
La Cuaresma es un tiempo fuerte del año litúrgico que comprende los cuarenta días antes del Domingo de Ramos; recordamos los cuarenta días y cuarenta noches que Jesús estuvo en el desierto rezando y ayunando antes de su Pasión, Muerte y Resurrección. Del mismo modo, nosotros, antes de celebrar la Semana Santa, nos preparamos durante cuarenta días en los que la oración, el ayuno y los pequeños sacrificios por los demás que cada día podamos ir haciendo deben estar más presentes en nuestra vida.
El Miércoles de Ceniza se llama así porque comenzamos la Cuaresma con el rito de la imposición de la ceniza por parte del sacerdote, quien nos hace la señal de la cruz en la frente ( símbolo de la muerte y resurrección de Cristo ). La ceniza simboliza todo aquello que queremos desterrar de nuestra vida porque nos aleja del Señor. Por eso, al imponernos la ceniza el sacerdote nos dice las siguientes palabras: “ convertíos y creed en el Evangelio ”. ( Convertirnos es cambiar de vida siendo más fieles a lo que Cristo nos enseña en el Evangelio ).

¿ Por qué se celebra el Carnaval antes del Miércoles de Ceniza ?

 Porque simboliza la oposición entre la vida vivida pensando sólo en lo terrenal y material frente al período de oración y sacrificio que es la Cuaresma y que debemos de hacer más frecuente a lo largo de nuestra vida.

Consulta el enlace: http://www.reflejosdeluz.net/  
                                                                        y déjate impresionar 

lunes, 13 de enero de 2014

FELIZ AÑO DE GRACIA DEL SEÑOR 2014

Desear felicidad es,
querer comunicar la Felicidad que sólo en Dios encontramos
de forma plena, y que todos deseamos tanto.

Desear felicidad es,

gritar a todos que esa  felicidad
puede hacerse realidad en nosotros,
si abrimos de par en par nuestro corazón
a la presencia de Dios en nuestras vidas,
  que se hace aún más cercana en el  Niño  Sol
nacido en la humildad de un pesebre .

Desear felicidad es,

tener la certeza de que en Dios está nuestra fuerza,
y con Él recobramos el aliento necesario,
para remontar las colinas
que vayamos encontrando en el sendero de la vida.

Desear felicidad es,

asumir el compromiso de sembrar, a nuestro alrededor,
gestos auténticos de esperanza y de paz,
en un mundo demasiado cargado de sufrimiento,
dolor, injusticia y sinrazón.

Deseamos y queremos estar felices
 porque Dios ha nacido,
nace cada día y vive entre nosotros.

Gracias Señor,
porque, con el regalo de tu Vida,
 nos concedes a todos aspirar y,
algún día, alcanzar
la Vida Plena,
Felíz y sin Fin junto a Ti.

                                                Mª del Carmen Ropa Gonzalez

miércoles, 27 de noviembre de 2013

EXCELENTE COMENTARIO A LA EXHORTACIÓN APOSTÓLICA DEL PAPA FRANCISCO EVANGELII GAUDIUM

Hasta los confines de la tierra

José Luis Restán 

Es su gran carta de navegación que arranca de la alegría del encuentro con Jesucristo (porque eso es la fe, como subrayó Benedicto XVI y agradece Francisco) y se dispone a surcar las aguas procelosas de un mundo tantas veces dominado por la tristeza del individualismo y de los placeres opacos. Y el puerto es el corazón de cada hombre y mujer por desarreglado que se encuentre, por herido y rebelde que se presente. Allí y sólo allí se juega la partida que la Iglesia debe jugar desde hace más de dos mil años. Por eso Francisco pide (casi diríamos que exige) una conversión de todo el pueblo, desde el Papa hasta el último cristiano de cualquier aldea perdida. Para él todo, costumbres, horarios, ropas, lenguajes y estructuras, debe convertirse en cauce adecuado para la evangelización del mundo, no para la autopreservación. Ya no basta la administración de lo que tenemos, hace falta salir con la alforja, el bastón y las sandalias, con el único recurso de la fe vivida a campo abierto.  
Si por un instante damos un paso atrás para contemplar este ciclón con perspectiva, vemos que la Evangelii Gaudium forma parte de un camino cuyo inicio podemos datar hace cincuenta años, con la convocatoria del Concilio Vaticano II. Allí empieza a germinar una conciencia que ha requerido tiempo para madurar. Francisco lo documenta con su cuidadosa cadena de citas que abarca desde el beato Juan XXIII al gran doctor Benedicto XVI. Con un firme apoyo en aquel Pablo VI cuya experiencia había madurado y cuajado en la Evangelii Nuntiandi, y en un Juan Pablo II que comenzó su pontificado diciendo “abrid las puertas a Cristo” y “no tengáis miedo”, y que cifró su programa al decir que “el hombre es el camino de la Iglesia”.
“Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría”: este es el hilo rojo que atraviesa un texto denso y apasionado por momentos, páginas apretadas donde la pasión misionera de Jorge Bergoglio parece desbordarse, pero siempre nace de la fuente de Jesús vivo y  presente a través de la carne de su Iglesia. La nueva estación misionera que el Papa vislumbra no es una tarea de gigantes, nace orgánicamente del corazón del cuerpo eclesial. Porque “si alguien ha acogido ese amor que le devuelve el sentido de la vida ¿cómo puede contener el deseo de comunicarlo a otros?”. E insiste (citando a Benedicto) en que “la Iglesia no crece por proselitismo sino por atracción”, porque anuncia la gran fiesta del perdón, el gran rescate de nuestro mal, “un horizonte bello y un banquete deseable”.
Sólo la alegría del encuentro con Jesús que se repite cotidianamente puede permitir “una Iglesia en salida”, siempre dispuesta a superar el propio recinto de seguridades adquiridas. “Salir hacia los demás para llegar a las periferias humanas no implica correr hacia el mundo sin rumbo y sin sentido”, se anticipa frente a posibles objeciones. “Si algo debe inquietarnos es que tantos hermanos nuestros vivan sin la fuerza, la luz y el consuelo de la amistad con Jesucristo, sin una comunidad de fe que los contenga, sin un horizonte de sentido y de vida”.
La Evangelii Gaudium recuerda con fuerza que en el corazón mismo del Evangelio está la vida comunitaria y el compromiso con los otros, y que el anuncio de Jesucristo tiene una inmediata repercusión moral cuyo centro es la caridad. Hay una “inseparable conexión entre la recepción del anuncio salvífico y un efectivo amor fraterno”. Para Francisco hacer oídos sordos al grito del pobre nos situaría “fuera de la voluntad del Padre y de su proyecto”. Explica que la opción evangélica por los pobres está alejada de cualquier ideología, de cualquier intento de utilizar a los pobres al servicio de intereses personales o políticos.
Francisco no propone para la Iglesia una opción religiosa desencarnada de la historia. Afirma con rotundidad que “nadie puede exigirnos que releguemos la religión a la intimidad…sin influencia alguna en la vida social y nacional, sin preocuparnos por la salud de las instituciones de la sociedad civil, sin opinar sobre los acontecimientos que afectan a los ciudadanos”. Y pregunta si alguien se atrevería “a encerrar en un templo y acallar el mensaje de san Francisco de Asís y de la beata Teresa de Calcuta”. La fe auténtica siempre implica un profundo deseo de cambiar el mundo, siendo conscientes de los límites de toda construcción humana, de la necesidad de reparar, corregir y comenzar de nuevo.
Esta Exhortación concluye por donde empezaba, por la alegría que sólo Jesucristo presente puede regalarnos una y otra vez. Es esa alegría (que no es imposición moralista sino reflejo de un bien inmenso experimentado) la que nos “marca a fuego” para la misión de iluminar, bendecir, vivificar, levantar, sanar, liberar. Y entonces aparece, como dice Francisco “la enfermera de alma, el docente de alma, el político de alma, esos que han decidido a fondo ser con los demás y para los demás”. Pero sin esa alegría original la misión se convierte en un plan extenuante, en una cosecha amarga de impotencia. Es cierto que esta perspectiva produce vértigo porque no encuentra apoyo en las seguridades mundanas, en la propia valía, en los planes bien diseñados, ni siquiera en la disposición personal al sacrificio. El único apoyo, la única roca es Cristo presente en su cuerpo (a veces maltrecho pero siempre amado), la Iglesia. Y su único interlocutor es el corazón sediento y desvalido del hombre, no los poderes de este mundo, la opinión publica o los debates abstractos.

Con este texto podemos apropiarnos humildemente del camino secular de nuestra Iglesia, de este gran río con sus meandros, rápidos y estancamientos… para volver a fluir con fuerza en cada época. El Concilio surgió para combatir la reducción de la fe a costumbre, dijo con llaneza Benedicto XVI, para recobrar en la experiencia de la gente-gente la fe como amistad con Jesús que cambia la vida. Francisco nos dice que no perdamos tiempo porque muchos viven sin la fuerza, la luz y el consuelo de la amistad con Jesucristo, sin un horizonte de sentido y de vida. Si eso no nos importa, ¿a qué nos dedicamos?

 
     

La importancia de la espiritualidad para la salud


Por regla general todos los trabajadores de la salud han sido modelados por el paradigma científico de la modernidad que ha hecho una separación drástica entre cuerpo y mente y entre ser humano y naturaleza. Así se han creado muchas especialidades que tantos beneficios han traído para el diagnóstico de las enfermedades y también para las formas de curación.
Reconocido estos méritos, no podemos sin embargo olvidar que se ha perdido la visión de totalidad: el ser humano dentro de una visión más amplia de la sociedad, de la naturaleza y de las energías cósmicas, la enfermedad como una fractura de esta totalidad, y la curación como la reintegración en ella.
Hay en nosotros una dimensión que responde por el cultivo de esta totalidad, que vela por el eje Estructurador de nuestra vida: es la dimensión del espíritu. Espiritualidad viene de espíritu; es el cultivo de lo que es propio del espíritu, su capacidad de proyectar visiones unificadoras, de relacionar todo con todo, de conectar y reconectar todas las cosas entre sí y con la Fuente de Originaria de todo ser.
Si el espíritu es relación y vida, su opuesto no es materia y cuerpo sino la muerte como ausencia de relación. En este sentido, espiritualidad es toda actitud y actividad que favorece la expansión de la vida, la relación consciente, la comunión abierta, la subjetividad profunda y la trascendencia como modo de ser, siempre dispuesto a nuevas experiencias y a nuevos conocimientos.
Los neurobiólogos y estudiosos del cerebro han identificado la base biológica de la espiritualidad; se encuentra en el lóbulo frontal del cerebro. Descubrieron empíricamente que siempre que se captan los contextos más globales o se produce una experiencia significativa de totalidad o también cuando que se abordan de forma existencial (no como objeto de estudio) realidades últimas cargadas de sentido, y se producen actitudes de adoración, devoción y respeto, hay una aceleración de las vibraciones periódicas de las neuronas localizadas allí. A este fenómeno lo llamaron el «punto Dios» en el cerebro o la aparición de la «mente mística» (Zohar, SQ: Inteligencia Espiritual, 2004). Es como un órgano interior por el cual se capta la presencia de lo Inefable dentro de la realidad.
Este hecho constituye un avance evolutivo del ser humano que, como ser humano-espíritu, percibe la Realidad Fontal sustentando todas las cosas. Se da cuenta de que sorprendentemente puede entablar un diálogo y buscar una comunión íntima con ella. Tal posibilidad lo dignifica, pues lo espiritualiza y lo conduce a un mayor grado de percepción del Enlace que conecta y reconecta todas las cosas. Se siente dentro de ese Todo.
Este «punto Dios» se revela por valores intangibles como más compasión, más solidaridad, más sentido de respeto y dignidad. Despertar este «punto Dios», quitar las cenizas con las que una cultura excesivamente racionalista y materialista lo cubrió, es permitir que la espiritualidad aflore en la vida de las personas.
A fin de cuentas espiritualidad no es pensar a Dios, sino sentir a Dios a través de ese órgano interior y experimentar su presencia y actuación desde el corazón. Lo percibimos como entusiasmo (en griego significa tener un dios dentro) que nos lleva y nos sana y nos da voluntad de vivir y de crear continuamente sentidos de existir.
¿Qué importancia prestamos a esta dimensión espiritual en el cuidado de la salud y de la enfermedad? La espiritualidad tiene una fuerza curativa propia. No es de ninguna manera algo mágico y esotérico. Se trata de potenciar las energías características de la dimensión espiritual, tan válida como la inteligencia, la libido, el poder, el afecto entre otras dimensiones de lo humano. Estas energías son altamente positivas como amar la vida, abrirse a los demás, establecer lazos de fraternidad y solidaridad, ser capaz de perdón, de misericordia y de indignación ante las injusticias de este mundo, como lo hace ejemplarmente el Papa Francisco.
Además de reconocer todo su valor a las terapias conocidas hay todavía un supplément d'âme como dirían los franceses, un complemento de lo que ya existe, que lo refuerza y enriquece con factores oriundos de otra fuente de curación. El modelo establecido de medicina no tiene, por supuesto, el monopolio del diagnóstico y la curación. Es aquí donde se abre camino la espiritualidad.
La espiritualidad en primer lugar fortalece en la persona la confianza en las energías regenerativas de la vida, en la competencia del médico/a, en el cuidado diligente del enfermero/a. Sabemos por la psicología profunda y la transpersonal el valor terapéutico de la confianza en el curso normal de la vida. Confianza significa básicamente decir: la vida tiene sentido, vale la pena, tiene una energía interna que la autoalimenta, es preciosa. Esta confianza pertenece a una visión espiritual del mundo.
Pertenece a la espiritualidad la convicción de que la realidad que captamos es más de lo que los análisis nos dicen. Podemos tener acceso a la misma por los sentidos interiores, por la intuición y por los caminos secretos de la razón cordial. Se puede ver que hay un orden subyacente al orden sensible, como sostenía siempre el gran físico cuántico, y premio Nobel, David Bohm, alumno predilecto de Einstein.
Este orden subyacente responde de los órdenes visibles y siempre puede traernos sorpresas. A menudo los mismos médicos se sorprenden de la rapidez con que alguien se recupera o cómo situaciones consideradas normalmente como irreversibles, retroceden y acaban curando. En el fondo es creer que lo invisible e imponderable es parte de lo visible y previsible.
Pertenece también al mundo espiritual, la esperanza inquebrantable de que la vida no termina con la muerte, sino que se transfigura a través de ella. Nuestros sueños de regresar a la vida normal desencadenan energías positivas que contribuyen a la regeneración de la vida enferma.
Una fuerza mayor, sin embargo, es la fe de sentirse en la palma de la mano de Dios. Entregarse confiadamente a su voluntad, desear sinceramente la curación, pero también aceptar serenamente si nos llama a si: esto es la presencia de la energía espiritual. Nosotros no morimos, Dios viene a buscarnos y a llevarnos a donde pertenecemos desde siempre, a su casa a convivir con Él. Tales convicciones espirituales actúan como fuentes de agua viva, generadoras de curación y de potencia de vida. Es el fruto de la espiritualidad.